La semana pasada, los vecinos de Aldaia, un municipio valenciano que todavía guarda las cicatrices de la terrible dana de octubre de 2024, sintieron un escalofrío al recibir la advertencia de una nueva ola de tormentas. La sensación de déjà vu se apoderó de todos, recordando la angustia que vivieron hace casi un año. Se trataba de una alerta lanzada por la Generalitat, pronosticando lluvias torrenciales que podrían acumular hasta 180 litros por metro cuadrado.

La incertidumbre estaba presente en cada rincón del municipio, y no era para menos. En Cataluña, la situación también era crítica. En lugares como Amposta y Tarragona, las lluvias habían alcanzado cifras alarmantes de hasta 246 litros, dejando una estela de preocupación y nostalgia en aquellos que aún no han podido olvidar el pasado.

La imagen de la limpieza de un túnel cerca del barranco de La Saleta nos recuerda que la naturaleza, aunque hermosa, puede ser impredecible y devastadora. Hay algo en estas lluvias que nos lleva a reflexionar sobre lo efímero de la seguridad que a veces creemos tener.

Así que, a medida que la borrasca avanza, es importante estar preparados, pero también unirnos como comunidad. La fuerza de los vecinos y la solidaridad pueden hacer la diferencia. Mantengamos la esperanza y la precaución, esperando que esta vez, los cielos nos den un respiro y la historia no se repita.

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