La Última Llamada: Una Historia de Esperanza y Desesperación

El último contacto de Sulma Santos con su hermano José Osmín fue el 9 de abril, y aunque fue una llamada corta, el impacto emocional fue enorme. José estaba en un centro de detención migratorio en el Estado de Nueva York, donde llevaba un par de semanas. En esa conversación tan significativa, José dijo: “Sulma, yo creo que me van a mover. Vamos a hablar rápido, porque puede ser que no volvamos a hablar, porque no creo que me den otro derecho a llamada. Ya vamos camino a El Salvador. Diles allá, a la Jovelina, que me vayan a esperar alrededor de las doce del mediodía”.

Las palabras de su hermano le hicieron sentir una mezcla de temor e incertidumbre. Sulma intentó tranquilizarlo, le prometió que llamaría a Jovelina para que estuviera lista. Sin embargo, el tiempo les fue en contra y, desafortunadamente, la llamada se cortó antes de que pudieran despedirse adecuadamente.

Casi seis meses después, Sulma recuerda esa conversación con tristeza y anhelo. Desde su casa en Glen Cove, Long Island, ella comparte su historia por videollamada, cuyo eco todavía resuena en su corazón. “No sé qué ha sido de él, no sé si llegó a El Salvador”, dice con la voz entrecortada. Las historias como la de Sulma y José son solo una de muchas que muestran la dura realidad de quienes luchan por un futuro mejor, enfrentándose a un sistema que a menudo parece deshumanizarlos.

Las circunstancias de migrantes como José Osmín son una clara muestra de los desafíos y riesgos que enfrentan al intentar encontrar una nueva vida. En medio de la angustia, la esperanza sigue viva, no solo en el corazón de Sulma, sino en el de tantas familias que esperan noticias de sus seres queridos. En este contexto, es fundamental seguir hablando, seguir visibilizando estas historias y mantener viva la llama de la esperanza.

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